26
de
abril

¿Por qué razón los Judíos del Antiguo Testamento creían que Jerusalén no podía ser destruida?

Por FRED E. WOODS

Traducción Libre no oficial de este artículo publicado en la edición de ENSIGN de Diciembre de 1995.

Traductor : Jorge Albarrán Riquelme Valdivia, Marzo 1996

En el Libro de Mormón, Nefi nos dice que Lamán y Lemuel "[ no] creían tampoco que aquella gran ciudad de Jerusalén pudiera ser destruída conforme a las palabras de los profetas; y eran semejantes a los Judíos que estaban en Jerusalén" (1 Nefi 2:13.)

Tres factores contribuyeron a que los Judíos creyeran que Jerusalén no podría ser destruída: primero, la tradición histórica de "aquella gran ciudad de Jerusalén " (1 Nefi 2: 13), una mala interpretación de parte de los Judíos sobre las promesas que el Señor hizo a David; y tercero, la preservación milagrosa de los Judíos cuando los asirios sitiaron a Jerusalén en los días del rey Ezequias.

Tradición Histórica

Comúnmente se conocía a Jerusalén en el Antiguo Testamento como "Salem" (Gén. 14:18), nombre del cual se deriva Jerusalén (Ciudad de Paz). Jerusalén era la ciudad santa del justo sacerdote Melquisedec, quien bendijo a Abraham (véase Gén. 14:18-19). Bajo Melquisedec, "su pueblo obró rectitud, y alcanzó el cielo, y buscó la ciudad de Enoc, la cual Dios previamente [ se] había llevado." (TJS, Gén. 14:34.)


Mala interpretación de las promesas del Señor

Cuando los hijos de Israel salieron de su cautividad en Egipto, los Jebusitas eran quienes poseían la tierra y la ciudad de Jerusalén (véase Jueces 1:21). Debido a que los Israelitas habían quebrantado su convenios con el señor, fueron incapaces de expulsarlos luego de la muerte de Josué (véase Jueces 2:20-21), Israel no conquistó la ciudad hasta que David y sus hombres (2 Samuel 5:6-9) derrotaron a los jebusitas luego de haber escogido a Jerusalén como la capital.

Posteriormente, David quiso construir una casa "al nombre del Señor, " pero se le dijo que no lo hiciera (véase 1 Crónicas 22:7-8). En lugar de ello, el Señor le dijo a David que su hijo, Salomón, sería quien edificaría el templo. El Señor le hizo esta promesa a David: "Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio" (2 Samuel 7:10.)

Cuando comenzó la construcción del templo, el Señor, hablándole a Salomón, le clarificó las condiciones de esta promesa: "Si (es que que) anduvieres en mis estatutos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, [ entonces] yo cumpliré contigo mi palabra que hablé a David tu padre;Y habitaré en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejaré a mi pueblo Israel." (1 Reyes 6:12-13; énfasis añadido.)

Israel, sin embargo, quebrantó el convenio por desobediencia. El reino fue dividido, y en el año 721 d.c. los Asirios se llevaron cautivos a los Israelitas del reino del norte a la cautividad. Dos décadas después, los asirios, guiados por el rey Senarequib, regresaron y tomaron posesión de gran parte del reino del sur de Judá.


La Preservación Milagrosa de los Judíos

"A los catorce años del rey Ezequías, subió Senarequib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. Una inscripción asiria del rey Senarequib arroja más luz sobre este relato bíblico: "En cuanto a Ezequías, el judío que no se sometía a mi yugo, logré sitiar cuarenta y seis de sus ciudades amuralladas fortificadas incluyendo las pequeñas ciudades en derredor....Los derroté....lo encerré dentro de Jerusalén, su ciudad real, como a un pájaro dentro de su jaula." (Mordechai Cogan and Hayim Tadmor, "2 Reyes: Una Nueva Traducción con introducción y comentario," Anchor Bible, de. W.E. Albright y D.N. Freedman, 44 vols., Garden City, N.Y.: Doubleday & Co., 1984, 11:338).

La Biblia nos dice que el rey Ezequías, quien había devuelto la rectitud a Judá, fue al templo a rogar ante el Señor por Su protección. En respuesta a su oracion el Señor le dijo a Ezequías que concedería su petición: "Porque Yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo.

"Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de Asirios a 185.000." (2 Reyes 19:24-35).

Este despliegue milagroso de la intervención divina tuvo un tremendo impacto en las generaciones futuras, particularmente en aquellos que vivían seguros en Jerusalén desde el tiempo posterior a su liberación en el 701 d.c. hasta la cautividad babilonia en el año de la cautividad babilónica, el 586 a.c. Esta protección de Jerusalén condujo a la errónea creencia de que las ciudad santa era indestructible.

Los Judíos llegaron a cree que la ciudad gozaba de una protección divina aún si ellos quebrantaban sus convenios con el Señor. Isaías observó, "Porque la santa ciudad se nombran , y el Dios de Israel NO confían." (Nota del Traductor: Este versículo esta traducido de la Biblia en Inglés, King James Version [ KJV] , y la traducción no es oficial; énfasis añadido.)

Y llegaron muchos profetas ese mismo año, profetizando al pueblo que debían arrepentirse, o la gran ciudad de Jerusalén sería destruida" (1 Nefi 1:4). Los profetas, tales como Lehí y Jeremías fueron amenazados de muerte cuando hablaban de lo que muchos Judíos consideraban palabras blasfemas en contra de la ciudad santa.

Los sacerdotes y los falsos profetas decían de Jeremías, "En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos." (Jeremías 26:11). Jeremías respondió, "Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad..."

"Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y arrepentíos, y Jehová apartará el mal que ha hablado contra vosotros." (TJS, Jeremías 26:12-13, versión oficial S.U.D.)

Judá no se arrepintió. La gran ciudad y el santo templo fueron destruídos, y los judíos fueron exilados. El pueblo escogido se olvidó de que el Señor está obligado sólo cuando hacemos lo que El dice (DyC 82:10.) La paz que prevalecía en Jerusalén durante los días de Melquisedec y la divina protección de la cual Jerusalén gozaba durante el reinado de Ezequías estaban estrictamente condicionadas a la obediencia a los convenios.

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